lunes, 27 de mayo de 2013

Throne of the Crescent Moon de Saladin Ahmed

Banda sonora de la reseña: Sugiero leer esta reseña escuchando A Whole New World de Lea Salonga y Brad Kane (Spotify, Youtube).

Quien haya seguido con un poco de atención las nominaciones de los tres "premios grandes" de literatura fantástica (Hugo, Locus y Nebula) de este año habrá notado la presencia en todas ellas del nombre de Saladin Ahmed. Con su novela de debut, Throne of the Crescent Moon, ha conseguido hacerse un sitio al lado de autores consagrados como Kim Stanley Robinson o Lois McMaster Bujold. Parecería, pues, que nos encontramos ante una de las mejores obras de los últimos años, ¿verdad? Una nominación podría ser casualidad, pero tres tienen que ser señal de algo bueno, ¿no? Siento que decir que ni por asomo.

Throne of the Crescent Moon parte de una combinación que, a priori, resulta muy interesante: una ambientación claramente inspirada en Las mil y una noches y un argumento típico de las obras de espada y brujería. Sin embargo, bajo este atractivo decorado encontramos una novela bastante pobretona tanto por el estilo de la prosa como por la caracterización de los personajes. Tanto es así que, por momentos, da la impresión de ser un libro escrito por encargo y a toda prisa como tie-in para el lanzamiento de un nuevo juego de la franquicia de Prince of Persia, saltos y acrobacias varias incluidos. 

Otro que se extirpó los abductores para las pruebas de casting
Pese a algunos (pocos) momentos brillantes, la historia está compuesta de parches mal hilvanados que, además, resultan confusos merced a unos continuos e innecesarios cambios de punto de vista. Por si fuera poco, el registro de Ahmed parece reducirse a dos tipos de escena. Por un lado, luchas y peleas casi carentes de tensión que siempre se resuelven con algo que se parece mucho a un deus ex machina. Por otro, diálogos intrascendentes y poco creíbles, plagados, ¡oh Dios mío!, de invocaciones a $deity y abusando de las MAYÚSCULAS cuando los personajes gritan o se emocionan. Al menos, ¡¡¡GRACIAS SEAN DADAS A ALÁ TODOPODEROSO Y MAGNÁNIMO!!!, emoticonos no hay. 

Ahmed cae con frecuencia en el error de saltarse esa regla de oro del "show, don't tell", mencionando a destiempo detalles de los que el lector debería haberse enterado mucho antes, ofreciendo explicaciones y matizaciones innecesarias o repitiendo hasta la saciedad datos que ya conocemos. El siguiente fragmento, por ejemplo, me parece casi una afrenta personal por lo que supone de minusvaloración de la inteligencia del lector:
Something slid into place behind him, and before him, he saw a thick panel of wood slide down from the ceiling, cutting him off from the Khalif. False walls, he realized, and they had cut him off from his friends as well.
Votante de los Hugo en éxtasis tras conocer las nominaciones
¿Paredes falsas, dices? Gracias por la aclaración. Nunca lo hubiera imaginado.

Mención aparte requieren los lamentables intentos de humor, incluyendo los consabidos chistes (por llamarlos algo) sobre pedos, eructos y cacas de camello. O cosas como esta:
The alkhemist was interrupted by the Doctor’s snickering. He was entertaining himself and the magus with his juvenile antics. On his plate, he’d built a face from teacakes of various shapes. He commenced to perform a little show in which the face’s spice cookie “lips” begged, in a high-pitched puppet-show voice, “No, Doctor! Pleeease don’t eeeat me! In the Name of Merciful God, I beg of you don’t eeeat meee!”
“But in the Name of Beneficent God,” the Doctor said to the teacake in his own voice, “I was made to devour you, little cakes, and my fate cannot be changed!” Litaz and Dawoud guffawed.  
Qué nivelón, sí señor. Iznogoud está tirándose de los pelos.

"Pero... ¿QUIÉN ME HA ROBADO EL TURBANTE?"
Los personajes no salen mucho mejor parados, especialmente Raseed y Zamia que no sólo son muy poco convincentes sino que hacen gala de unos diálogos que provocan vergüenza ajena. Y qué decir de esa ¿relación de amor? que parece rescatada de los descartes de un guión de Disney. De entre todos los protagonistas, quizá podríamos salvar a dos. Adoulla, el cazador de ghuls venido a menos (¿a alguien más le ha parecido entrever algunos rasgos de Geralt de Rivia?), cuyo conflicto interno es de lo mejorcito de la novela. Y, sobre todo, el Falcon Prince, esa mezcla de Robin Hood y Pimpinela Escarlata que roba el protagonismo cada vez que aparece en escena (aunque hacia el final también se echa a perder un poco). Lamentablemente, si alguna vez adaptan esta obra al cine (¡QUE EL CREADOR EN SU GLORIA NO LO PERMITA!) puedo imaginar que le darían el papel a Jackie Chan lo que, por otro lado, encajaría a las mil maravillas con el tufillo a producción de artes marciales de bajo coste que despide toda la obra.

No puedo decir que este libro haya sido una decepción porque, gracias a reseñas como la de mi amigo Miquel Codony (de cuyo criterio me fío casi ciegamente) ya estaba sobre aviso, pero sí que me atrevo a afirmar que la lectura de Throne of the Crescent Moon ha confirmado mis peores sospechas. Los premios y las nominaciones nunca ha sido, necesariamente, sinónimos de calidad. Y en esta ocasión lo son menos que nunca.

4 comentarios:

  1. El "casi" te lo ganaste a pulso con Leviathan Wakes ;)

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  2. Vaya, pues menos mal que has publicado esta reseña... Este libro ya estaba entre mis próximas lecturas después de, efectivamente, la cantidad de nominaciones que ha recibido...

    Lo dejaré para otro momento entonces... Para nunca, por ejemplo.

    PD: Qué horror de chiste, el de los teacakes. Si eso es lo más gracioso que tiene el libro, estamos apañados.

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  3. El libro es flojito, flojito. Y el chiste... pufff :(

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