jueves, 6 de noviembre de 2014

Defenders, de Will McIntosh

Banda sonora de la reseña: Sugiero leer esta reseña escuchando Defenders, de DragonForce (Spotify, YouTube).

Defenders, de Will McIntosh, es una de las novelas de las que más y mejor se ha hablado este año. Además, a diferencia de las que parecen ser las otras favoritas del año (The Mirror Empire, Annihilation y City of Stairs) se trata de una obra puramente de ciencia ficción. Por todo ello, la cogí con muchas ganas... y la decepción ha sido bastante considerable. 

Defenders es un libro con muchos problemas. Uno de los más graves, especialmente para mí, es que la mayor parte de sus premisas no soportan el más mínimo escrutinio. Podría poner multitud de ejemplos de detalles concretos que no se sostienen de ningún modo, pero me limitaré a algunos referidos a elementos que se mencionan en la sinopsis de la novela, para evitar destripar partes del argumento.

El punto de partida del libro es la gran ventaja que tienen los Luyten, los invasores a los que se enfrenta la humanidad, por ser capaces de leer la mente. Podría aceptar ese punto de partida (al fin y al cabo hay una gran tradición de usar la telepatía y otros poderes psíquicos en la literatura de ciencia ficción) si se tratara con rigor, pero no es ni mucho menos el caso. Para empezar, el límite del poder de los extraterrestres es ocho millas. No sabemos cómo se ha determinado, pero es ocho millas. No disminuye gradualmente con la distancia. No, es ocho millas. Pasito pa'lante, estás dentro; pasito pa'trás y estás fuera. Ajá. Muy lógico. 

Además, la telepatía parece que también les concede a los Luyten un poder adivinatorio. Es evidente que leer la mente del adversario te puede proporcionar una gran ventaja en el combate, pero de ahí a anular completamente la capacidad ofensiva del enemigo hay un gran trecho. En esta novela, los extraterrestres, merced a su capacidad de leer la mente, esquivan las balas. Saben a dónde van a disparar los soldados humanos y simplemente se apartan. No les hace falta supervelocidad ni nada, sólo saber que les van a disparar. Porque claro, a los tontos terrícolas no se les ocurre disparar una ráfaga o algo así. De nuevo, muy lógico. 

Ahí entramos en otro terreno peliagudo: el de la solución que se adopta para vencer a los invasores. En el año 2030 no parece haber armas teledirigidas. Porque claro, mandar unos cuantos drones manejados a distancia desde, digamos, nueve millas habría sido una solución demasiado fácil y la novela se habría acabado antes de empezar. Enter the defenders! Los soldados perfectos que diseñan (¡en ocho meses!) los humanos para vencer a los Luyten tienen una fisiología que impide que su mente sea leída por los extraterrestres. Reconozco que es un tema que se sale completamente de mis conocimientos, pero la justificación que McIntosh da para ello diría que no tiene ni pies ni cabeza y es, de nuevo, sólo una excusa para dar pie a un posterior conflicto que se ve venir a la legua. Porque, claro, a nadie se le ocurre que igual controlar a luchadores de más de cinco metros de altura, con cuchillas por brazos y que, además, son súper-inteligentes, súper-rápidos, súper-fuertes y carecen de escrúpulos igual no resulta tan fácil como sería deseable. Lógica ante todo. 

No entraré en detalles "menores" como de dónde leches han salido tantos Luyten o cómo es posible que pueden respirar el aire de la Tierra y comer nuestros alimentos sin problema. Tampoco me detendré en cuestiones como la capacidad de los defensores para fabricar armamentos extremadamente avanzados (que luego no usan) partiendo de cero o en su irrisoria imposibilidad de distinguir a un humano de otro. O en lo poco que parece afectar a la vida cotidiana el que cinco mil millones de personas (¡CINCO MIL MILLONES!) mueran en unos pocos meses. Si tuviera que pararme en todo ello, no acabaría nunca. Y los problemas de Defenders, por desgracia, no se agotan con las continuas faltas de coherencia.

El tratamiento de los personajes es casi igual de desastroso. Por ejemplo, Oliver Bowen, uno de los personajes protagonistas, es supuestamente el mayor experto mundial en manipulación mediante el lenguajes y técnicas interrogatorias. Uno se lo imaginaría como una persona fría, calculadora, con un férreo control de sus emociones y capaz de dominar completamente sus reacciones y fingir ante los demás como un actor profesional. Nada más lejos de la realidad. Bowen es inseguro, fácil de engañar, incapaz de leer las expresiones faciales de los demás (e incluso de distinguir a una persona de otra, como el mismo confiesa). De hecho, se nos dice que bordea el autismo y que ni siquiera es capaz de afeitarse correctamente. Otro triunfo de la lógica. 

Pero para mí la gota que colmó el vaso, el salto del tiburón de Defenders, se produjo tras un cierto suceso que acontece durante una cierta representación teatral. El hecho en cuestión es de esos que trastornaría profundamente a cualquier persona normal, pero los personajes que lo presencian no parecen darle más importancia y pocos minutos después están haciendo chistes tontos y riéndose como si no hubiera pasado nada (los chistes de McIntosh en este libro son, por cierto, muy, muy malos). Tras leer la escena en cuestión estuve muchas páginas esperando que se produjera alguna reacción, que aquello tuviera alguna consecuencia, alguna repercusión en la trama. Pero nada. Los protagonistas siguen adelante como si tal cosa, pero yo ya no fui capaz. A partir de ese punto el libro dejó de importarme casi por completo.

En cuanto a aspectos más formales, la prosa de McIntosh es más bien tirando a lo simplote y el estilo es más cercano al de un thriller que al de una novela especulativa (recuerda, por momentos, a Robert J. Sawyer cosa que, en mi opinión, no suele ser buena). Tampoco ayuda el que el libro se componga de muchos capítulos cortos (hay uno de tres párrafos, ¡de tres párrafos!), bastantes de los cuales no aportan nada ni al avance de la trama ni al desarrollo de los personajes. La novela se basa en una historia corta del mismo título y por momentos se notan demasiado las partes que se han introducido como mero relleno.

Dicho todo esto, hay algunas cosas rescatables en la novela. El ritmo es ágil y, aunque la novela no es corta, se lee con rapidez. La estructura global, con tres capítulos que funcionan como tesis, antítesis y síntesis, es muy acertada. Y la idea del conflicto entre humanos, Luyten y defenders es atractiva y no está del todo mal manejada. Por desgracia, esto no es, ni por asomo, suficiente para redimir una novela que hace aguas por todas partes y que, por supuesto, no puedo recomendar leer. Una lástima, pero es lo que hay. 

2 comentarios:

  1. Madre mía, ¡cómo repartes estopa!

    Eso si, tus objeciones a la novela me parecen bien pensadas y muy lógicas. La verdad es que este libro había entrado en la periferia de la pila, pero me voy a mantener alejado de él. No será por falta de libros para leer.

    Gracias de nuevo por tu trabajo ;)

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  2. A ver, reconozco que yo soy un poco escogido y que este tipo de faltas de coherencia me sacan completamente de la lectura. A otras personas parece que esos detalles no les importan tanto, pero yo no puedo con ellos.

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